En el universo plástico de Salvador Enrique Lacroix, el arte no es solo imagen: es ceremonia, cuerpo, tierra y tiempo. Su obra, profundamente arraigada en la tradición del grabado, se despliega como un ritual de iniciación donde cada línea, cada sombra, cada textura, revela una lucha entre lo artesanal y lo mecánico, entre lo efímero y lo eterno.
Reseña histórica
Salvador Enrique Lacroix ha desarrollado una trayectoria marcada por la experimentación técnica y la profundidad simbólica. Su formación en las artes gráficas lo llevó a dominar tanto las técnicas secas
(buril, punta seca sobre acero, cobre o cinc) como las húmedas (aguafuerte, aguatinta), creando imágenes que no solo se imprimen, sino que se encarnan. Actualmente ha desarrollado grandes piezas en acuarela que cautivan por su movimiento, composición y forma.
A lo largo de su carrera, ha abordado temáticas
como:
- La vida y el cuerpo como territorio emocional.
- El carnaval, la fiesta y la nostalgia como pulsiones colectivas.
- El paisaje como amante pródiga: tierra que se ofrece y se resiste.
- La memoria como arcilla: moldeable, profunda, ritual.
Su obra ha sido expuesta en múltiples espacios culturales y forma parte de una generación que reivindica el grabado como lenguaje vital, no subordinado a la reproductibilidad, sino como defensa del aura artística.
Entre lo táctil y lo poético
Desde una perspectiva curatorial, Salvador Enrique Lacroix puede leerse como un artista que:
- Devasta y descubre: cada impresión es un acto de revelación.
- Trabaja el negativo como positivo: el vacío como origen de sentido.
- Construye cuerpos de vértigo: imágenes que nacen con la noche y mueren con el amanecer.
- Observa para imaginar: como diría Valéry, “observar es en su mayor parte imaginar lo que se
espera ver”.
Su obra no se limita al plano visual; también dialoga con lo literario, como en Memorias de Angola, donde fibras
teñidas y trapos dan cuerpo a sueños solitarios, evocando territorios colonizados, hambre ancestral y deseo de redención.
Importancia en la pintura contemporánea
Salvador Enrique Lacroix representa una voz singular en el arte mexicano contemporáneo.
Su importancia radica en:
- Reivindicar el grabado como arte mayor, no como técnica auxiliar.
- Integrar cuerpo, tierra y memoria en una poética visual profundamente latinoamericana.
- Ofrecer una mirada crítica sobre la historia, la identidad y el deseo.
- Crear imágenes que no solo se ven, sino que se sienten, se recuerdan, se habitan.
En épocas de una aceleración digital, su obra nos invita a la pausa, al rito, al contacto con lo oculto y la materia.A recordar que el arte no solo representa, sino transforma.