La década de los 30 fue testigo de una transformación radical en el diseño de interiores. En medio de crisis económicas, tensiones políticas y el auge de los movimientos vanguardistas, el diseño se convirtió en una herramienta de modernización cultural. Fue la época del Art Déco tardío, del racionalismo funcional y de los primeros gestos del Movimiento Moderno. Pero, ¿fue realmente una democratización estética o una sofisticación elitista?
Reseña histórica: diseño como símbolo de
progreso
Los años 30 consolidaron dos grandes corrientes en interiorismo:
- Art Déco evolucionado: más sobrio que en los años 20, con líneas geométricas, materiales nobles (ébano, mármol, latón) y una estética sofisticada.
- Modernismo racionalista: influenciado por la Bauhaus y Le Corbusier, con énfasis en la funcionalidad, la estructura y la ausencia de ornamento.
Ambos estilos convivieron en tensión: uno celebraba el lujo y la ornamentación contenida; el otro, la eficiencia y la abstracción formal.
¿Vanguardia o exclusión?
Aunque los 30 aportaron una visión más estructurada y conceptual del diseño, también dejaron huellas problemáticas:
- Estética elitista: el Art Déco, aunque bello, era inaccesible para la mayoría. Sus materiales y acabados eran privilegio de pocos.
- Funcionalismo frío: el racionalismo, en su afán de eliminar ornamentos, a veces sacrificaba la calidez y la emoción.
- Diseño como dogma: la idea de “la forma sigue a la función” se volvió rígida, excluyendo lo simbólico y lo artesanal.
- Desconexión con lo local: el diseño internacional desplazó las tradiciones decorativas regionales, especialmente en América Latina.
Desde una mirada crítica, el diseño de los 30 fue más ideológico que emocional. Hoy, su legado puede inspirar si se reinterpreta con sensibilidad y contexto.
Aplicación decorativa contemporánea
Para incorporar elementos de los 30 con intención:
1. Geometría con alma: Usa patrones geométricos en textiles o arte mural, pero con paletas cálidas y narrativas simbólicas.
2. Mobiliario racional con textura: Recupera piezas de líneas limpias (tipo MarcelBreuer o Alvar Aalto), pero en materiales táctiles como madera natural, lino o cerámica.
3. Paleta sofisticada pero contenida: Inspírate en los tonos del Art Déco (negro, dorado, verde botella, azul profundo), pero úsalos como acentos, no como protagonistas.
4. Integración de lo artesanal: Equilibra lo industrial con lo hecho a mano: tapices, cerámica, textiles bordados. Que el espacio respire humanidad.
5. Luz como atmósfera narrativa: Incorpora luminarias con formas geométricas, pero con luz cálida y difusa que suavice la rigidez formal.
Reflexión: diseño con estructura, no con rigidez
El racionalismo y el Art Decó tardío ofrecieron orden y progreso, pero también rigidez y elitismo. Reinterpretar esta década implica recuperar su geometría con alma y su funcionalidad con textura. Los años 30 nos enseñaron que el diseño puede ser orden, belleza y progreso, pero también, que la estética sin emoción se vuelve dogma.